lunes, 25 de noviembre de 2013

St. Martin in the Fields


Sonaba bien. Un plan de adultos. Las Cuatro Estaciones a la luz de las velas.

No sé como convencimos a nuestros maridos. Pero ahí estábamos, las dos parejas, calentando motores en una vinoteca francesa y bajandonos dos -DOS- botellas de tinto mientras picabamos charcuteria y quesos.

Ya avisé yo cuando E ordeno la segunda:

-No es mucho? Nos vamos a emborrachar!
Y ellos: - Pues claro!!!

Creo que la idea de un concierto de instrumentos de cuerda de dos horas de duración totalmente sobrios, no les molaba mucho. Al rato nos fuimos, sin aparente estado de embriaguez, a la mítica iglesia de Trafalgar Square. Tocaron muy bien y escuchamos las piezas con interés, y comportándonos.

Hasta que salió el flautista. Un alemán con pelos a lo Luis Cobos y una flauta dulce diminuta que sonaba como un pajarillo. No, en serio, minúscula, que por un momento pensé que aquel tío era el director y aquel trozo de madera su batuta.

El efecto sorpresa fue demoledor.

Entre los cinco violines, el chelo y el contrabajo, aquella flautita resultaba un poco ridícula, y no ayudaban los aires de importancia que se daba el músico.

Los chicos se empezaron a sonreir y la onda expansiva cómica me noqueó de lleno. Me entró un ataque de risa de quinceañera, con lágrimas incluidas y carcajadas ahogadas, que casi muero al intentar reprimir. Me tranquilizaba y en cuanto intuía un poco de descojono por el frente masculino, volvía a perder en control.

- Venga J cálmate! Piensa en algo triste... -me apremiaba- y cuando levantaba la vista y me encontraba de lleno con la versión teutona de Cobos, ahí dándolo todo con aquella cosita, como que semejante empresa se me antojaba harto difícil.

Ya sabía yo que lo del vino no era buena idea pero... tan mala!!!

Afortunadamente los que alrededor se percataban de lo que ocurría en nuestra fila, sonreían con complicidad y la rubia de al lado de E, incluso compartía risas.

Como ya soy mayor (os he dicho que en dos semanas cumplo 36?) me pude tranquilizar finalmente. Tuve que tomar medidas drásticas: quitarme las gafas, dejar de mirar, respirar un poquito, e intentar evadirme. Y por fin lo conseguí, claro que nuestro músico ya se había ido, así que no se si tuvo mucho mérito.

Al salir de allí, en lugar de volar raudos al nido, decidimos mantener los niveles etílicos en nuestra sangre a base de copas en el Asia de Cuba, y entre Upsidedown Berry Cheesecake cocktail y otras exquisiteces, comentamos que nunca nos habríamos imaginado que en un plan de estos se lo podía pasar uno tan bien!

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