Me encanta.
La noche de Halloween es especial y es necesaria para encajar en nuestras vidas la nueva estación que se ha ido colando en el calendario, y que ya se posiciona algo más fuerte. Viene reivindicando el frío, el viento, la lluvia, y más allá de eso, la noche. La noche, que se vuelve fría y muy larga, y te invita a encerrarte en casa, desde media tarde hasta la nueva luz, casi unas 16 horas.
El habitante de la mitad norte del continente, necesita alguna buena excusa para salir a la calle y dejar que el aire le despeje las ideas y le refresque la nariz. Y la primera es Halloween, que hace un popurrí de tradiciones y te invita a salir cuando el cuerpo -aun no acostumbrado a las nuevas circunstancias, se contentaría con mantener a base de bombilla y radiador las condiciones de antaño.
Es necesario redescubrir que no, que aunque sea menos cómodo, al final es más saludable -para el cuerpo y para el alma- abrigarse lo que sea necesario, echarse a la calle, y relacionarse con los vecinos.
Para mitigar la oscuridad, e ir acostumbrando nuestras retinas a la penumbra, y de paso alegrando nuestros corazones que extrañan el sol, su luz y esos cielos azules interminables, necesitamos algo. En breve, las luces navideñas cumplirán con su función, un poco antes fuegos artificiales iluminaran nuestros cielos para conmemorar a Guy Fawkes. Pero ahora, ahora es importante improvisar belleza e iluminación, y a alguien se le ocurrió, utilizar las miles de calabazas que han sido recolectadas los primeros días de otoño para un fin adicional al gastronómico.
Y gracias a esa idea caminamos a la luz de las velas que se escapa de calabazas decoradas con imaginación y destreza. Porque el “trick or treat” es eso, padres paseando con sus hijos, por el barrio, llamando a puertas que jamás en ningún otro momento has tocado y encontrando al otro lado un vecino que te saluda, te sonríe y te ofrece dulces. Y en ese paseo te encuentras con otras familias, muchas de ellas conocidas, que más o menos disfrazados, comparten contigo ese momento.
Como no se trata de molestar a todo el barrio, solo se llaman a las puertas que han sido decoradas con una calabaza- añadiendo un componente de búsqueda al paseo, y alegrándote cuando descubres una nueva. También alucinas con lo que el ser humano es capaz de hacer. Hay verdaderas maravillas.
Y así es como vas cambiando el chip y dando el primer paso para que la pereza no te venza en la nueva estación, y te eches a la calle cuando lo necesites, que ya sabes que no se esta tan mal.