lunes, 28 de abril de 2014

Pongamos que hablo de Madrid

La nevera de mis suegros llena de mimos.
“Holas” guardados.
Cuñado siempre ahí cuando se le necesita.
Cenas japonesas - Cigarrillos robados - Camaradería de cuñadas.
Gin tonics.
La terraza.
Montones de regalos esperando a G (y alguno también para mí).
Padrino chateando por Bloomberg para encontrar el más acertado.
Las cosas que me dicen mis sobrinos “los mayores” J y G Junior.
La dedicación de papa a sus desayunos y míticos aperitivos.
B y el joven F inseparables. O separables, pero con mucha lágrima por en medio.
La ternura de mi sobrina recién nacida y la fuerza con la que agarra el chupete.
Hermano mayor exprimiendo hasta el último minuto para ver a los inglesitos.
Hermano pequeño feliz de doble estreno: bebé y coche. Y espero que reconozca que me enseñaba con más interés el coche. ;)
Mi cuñada M, que siempre esta al otro lado del telefono.
Abuelos robando horas de descanso para pasar a darnos un beso.
Las recurrentes albóndigas para mí y rollitos primavera para E.
Dos ahijados preciosos.
Peleas para llevar la correa de Gandalf.
Nuestra casa nueva, pintada y cuidada con todo el cariño del mundo.
La Rubia y su hermano recordando las risas agradecidas de I antes de su bautizo.
Reencuentros con primos.
Grandes amigos a los que si no se les llama, no pasa nada, y si se les llama siempre hacen un hueco. 
Mis hijos jugando al sol –AL SOL- en el parque.

Cada vez me cuesta más volver a Londres. Gracias.

martes, 15 de abril de 2014

Devon


Devon es otra esquina de nuestra isla que merece la pena visitar.

El viernes nos escapamos a Exmoor, un lugar donde el Tomtom no te lleva, (se nos desorienta), las cuentas de los restaurantes se hacen a boli (si tienes suerte te las detallan, y si no ya te presentan la cantidad total), no hay wifi y, si te descuidas, tampoco cobertura.

El lugar elegido fue un B&B de curtidos granjeros, que si sabían que era la calefacción, desconocían que cuando la temperatura es inferior a 15 grados en el dormitorio conviene darle un poco de caña.

El lugar se encontraba en mitad de un parque natural delimitado al norte por impresionantes acantilados y salpicado por doquier de bosques, riachuelos y extensos pastos, hogar de manadas de ponys y rebaños de ovejas. Una preciosidad.

La familia se dividió para dejar a papá correr un maratón acantilado arriba y colina abajo -así 44 kilómetros- mientras los demás disfrutábamos de un paseo por el bosque. Le recogimos a la hora del té, que en Devon suele acompañarse de scones, crema y mermelada. Momentazo gastronómico.

Más tarde todos juntos tomamos un tranvía que sigue desplazando pasajeros de Lynton a Lynmouth de la misma manera que hace poco más de un par de siglos: utilizando para subir el vagón el contrapeso del que baja compensado con un tanque de agua. Una genialidad de la época victoriana.

El día concluyó en uno de los mejores pubs de la zona, -The Fox and the Goose- que nos puso delante un estofado de venado del que escribiría una entrada entera. Sí, una puede llegar a obsesionarse ligeramente con la comida. (Si ligeramente es un adverbio que puede acompañar a un verbo de tanta rotundidad.)
 
Por supuesto, la mundialmente menospreciada cocina británica nos ganó el pulso, armada con sabrosas salsas y montones de mantequilla; y mi querido E y yo hemos vuelto a desmoralizar a la báscula.

lunes, 14 de abril de 2014

Mi primera escayola

Llega un cuarto de siglo tarde, por un lado, y 12 días tarde, por otro.

Un cuarto de siglo tarde porque fui una niña a la que jamás le paso nada. NADA. Me mataba de ilusión ser objeto de atenciones y cuidados a raíz alguna nimiedad poco grave pero molona: un brazo roto, una extirpación de amígdalas o algo similar.

Me tuve que conformar con un aparato dental, que de molón tenia lo justo -pero a mí me tenía entusiasmada-, con unas gafas para corregir media dioptría, o sea un accesorio relativamente superfluo -pero que a mí me parecían la pera- y, por último, con la extirpación de las muelas del juicio, que fue un día memorable en el departamento de cirugía maxilofacial del Ramón y Cajal. 

Eso fue todo. Que es lo que le ocurre a alguien cuando se añade a una salud de hierro, muchísimo sentido común y una suerte que he de agradecer no sé muy bien a Quién o cómo.

A mi historial medico debo una fama de Superwoman que en nada me beneficia, porque cualquier quejido que emito se interpreta como eso: un quejido-quejica. Y en lugar de atenciones y cuidados mis interlocutores habituales reaccionan con escepticismo y todo sea dicho, falta de empatía.

-Superwoman, cómo que te duele un tobillo? Anda, anda no seas llorica... a ti te va a pasar algo... 
o
-Superwoman, cómo que te acompañe al medico? Pero dónde se ha visto? Pero si tu puedes ir fenomenal solita.... Superwoman, por favor que abuso...

Desde que vivo en Londres, sin embargo llevo ya dos cabestrillos, una escayola y tres días internada en el hospital, así que sospecho que, o bien mi salud, o bien mi sentido común, o bien mi suerte, empiezan a remitir un poco.

Reflexionando, yo creo que es mi sentido común. Que hay que ser necio, por ejemplo en el caso que nos ocupa, para irte de vacaciones a despeñarte por pistas heladas cuando tu presupuesto te puede llevar a visitar las paradisiacas y cálidas costas del Índico.

Así que los 12 días posteriores a mi fractura -sin escayolar, sin diagnosticar y sin medicar adecuadamente- mientras esquiaba manca y con un solo bastón, conducía, iba a trabajar, cuidaba de mis hijos, y en definitiva, hacia mi vida con normalidad pero con más esfuerzo y más dolor, nadie se ha dado cuenta de que si seguía haciendo lo que correspondía, no era porque estuviera bien, si no porque no quedaba otra.

Menos mal que, aunque sea con retraso, la ciencia me ha dado la razón, y a lo mejor ahora, empiezo a recuperar algo de credibilidad. No?

jueves, 10 de abril de 2014

El gremlin gris

Listo!!

El gremlin gris ha sido neutralizado y encerrado en el más recóndito rincón de mi cabeza. No lo quiero presente, solo complica las cosas, las relaciones y el bienestar de cada uno cada vez que sale a dar un paseo.

Da igual que estés en el lugar más hermoso del planeta, respirando el aire más puro y rodeada de quienes más te quieren y a quien más quieres tú. Su estrategia es sencilla:

Primero. Te despista haciéndote menospreciar tu alrededor y centrando tu atención en tu ombligo (tu, tu, tu). El resultado es devastador. Porque cuando uno se centra en su ombligo pierde toda perspectiva y nada puede competir contra eso:

Estas en las Bahamas con una piña colada en la mano o, en la mesa celebrando con tu familia, o tumbado en la hierba con el sol y la brisa acariciando tu piel.

Da igual. Si miras tu ombligo, este acaparara fácilmente toda tu atención, difuminara en gris tu entorno y ya te tiene listo para el paso número dos.

Segundo. Una vez que tu ombligo te tiene atrapado, el gremlin gris hace que te centres en tus miserias. Que para eso es el gremlin gris. Porque no nos engañemos, todo el mundo tiene miserias. Hasta Heidi! Bueno, pensándolo bien, ella, pobre niña tenía un buen número.

Aclaro que mirar el ombligo propio y difuminar en gris lo que tienes alrededor, en sí no es malo, puede ayudarte pero solo si lo que encuentras dentro es positivo. Pero como andes concentrada en tu malestar, ya te puedes ir preparando: tus sentidos se habrán desorientado y buscaran en un interior muy limitado, muy chiquitito y muy oscuro.

Complicado. Ahí no vas a encontrar nada. Más de lo mismo.

Así que solo cabe una solución. Levantar la cabeza y dejar que sea tu oído, tu olfato, tu tacto, tu gusto y tu vista quienes elijan lo que en adelante va a ser el foco de su atención. Por supuesto habrá mucho donde elegir, pero debes esforzarte en percibir solo aquello que te llene de nuevo de color y de calor.

Y así es como hemos aislado en un rincón al inevitable gremlin gris.

martes, 8 de abril de 2014

Ski

Hace años que mi marido me hizo el mejor marketing imaginable sobre las vacaciones blancas. Hay que ser astuto, pues viviendo hacia el norte de Europa, en invierno si tienes un presupuesto holgado para viajar, tiendes a dirigirte a zonas cálidas.

Cada año la misma sensación. Ahí estoy yo, totalmente equipada en lo alto de la montana con un reto a mis pies y preguntándome como, un año mas he sido tan torpe de dejarme engañar. Porque mi memoria prodigiosa borra el dolor y el miedo que paso en las pistas, para confundirme y presentarme unas vacaciones en la nieve como algo apetecible.

Creo que tiene que ver con imágenes creadas por mi mente soñadora de descensos en trineos, creación de muñecos de nieve y esquí en familia, que me confunden con la realidad.

Club Med facilita mucho nuestro día a día, quitándonos a los niños de en medio para devolvérnoslos unas cuatro horitas al día. Un lujo. Pero empiezo a sospechar que unas vacaciones en familia en las que padres e hijos van cada uno por su lado, y maridos y mujeres muchas veces también, tienen poco de vacaciones "en familia".

A mi todo esto me deja un poco desorientada y aturdida, tiendo a estar de mal humor, y yo, que soy de naturaleza alegre y afable, me convierto en una persona triste y cascarrabias con la que no me identifico y que parece poner a todo el mundo de los nervios.

Así que ya de vuelta en casa, hogar dulce hogar, aun dolorida por no pocas magulladuras y estragos que el complejo de Cenicienta ha creado en mi persona, intento desasirme del gremlin gris que desde hace unos días tengo parapetado en mi cabeza.

De momento vamos medio empatados.

lunes, 7 de abril de 2014

Suicidio colectivo

Sigo sin pillarlo. Donde está la gracia en ponerse unas maderas en los pies y despeñarse montaña abajo? Seriously.

Y luego hay unos tíos que generalmente van de rojo que te enseñan como no matarte en el intento. Cuando más o menos lo has entendido, el tema no ha hecho más que empezar. Toca aprender a tirarse más deprisa.

-Oiga que tengo todo el día, que las vistas son preciosas y que sobre todo no tengo prisa para llegar abajo con el objetivo de volver a subir.

Pues no lo entienden! Debo ser muy zen y debe ser que esquiando sólo se disfruta del camino si lo haces a toda leche. Ni te esfuerces en hacerte entender. Va a ser peor.

-Que no quieres mejorar en velocidad, no te preocupes guapa, que entonces trabajamos la técnica!!!.

La frasecita no puede significar nada bueno... Los cabrones de rojo, que todo sea dicho suelen estar muy buenos, cuando te vuelven a subir a la cima, deciden que entonces es el momento de enseñarte a no hacerte picadillo bajando por una pista vertical. Insisto, VERTICAL. 

Eso era lo de trabajar la técnica... Estoooo preferiría volver al camino que me sé. Da igual. El espécimen humano deportista no entiende que yo esté satisfecha con mi nivel: Pues si bajo siempre en paralelo y puedo subir a la cumbre y bajar tan contenta sorteando pistas azules y rojillas.

Pues no. Que si la superación, el esfuerzo, la realización del sufrimiento... Qué??? Para bajar una montaña??

La comunicación no es fácil, da igual que hables el mismo idioma.

No nos entendemos.

Heridas de guerra

Lunes 14h00. Diagnóstico: Dolor moderado en el cóccix, la rabadilla o lo que quiera que este debajo de mi hermoso trasero. Improbables daños graves con la amortiguación con la que vengo de serie. Difícil comprobar la inflamación en la zona. Ja ja. Un poco de paciencia y a ver si se me va pasando. En caso contrario requerirá seguimiento médico.

Martes 17h00: Diagnóstico: Espinillas arañadas, un par de hematomas en las piernas. Sin daños graves, excepto por el dolor de culo, que seguirá acompañándome toda la semana.

Miércoles 9h40. Diagnóstico: Dedo pulgar roto, o para ser mas técnicos fractura del escafoides. Inflamación del dorso de la mano tan bestial que parece que me ha picado un bicho -de los gordos-. Dolor agudo en el metacarpo, como si la mano me ardiera por dentro.

Miércoles 11h00. Diagnóstico: Hematoma del tamaño de una mandarina en el codo. Evoluciona de un negro intenso hacia el morado, mezclado con un amarillo feo, feo. Dolor moderado.

Jueves 12h00. Diagnóstico: rigidez de cuello y contracturas en los hombros espalda. Supongo que de la tensión acumulada y estrés.

Y estos son los daños producidos a lo largo de una semana de esquí con compañeros de habilidad claramente superior a la mía y por bajar unas pistas a una velocidad para la que no estoy capacitada.

Preciosos souvenirs de mis vacaciones en los Alpes.