lunes, 14 de abril de 2014

Mi primera escayola

Llega un cuarto de siglo tarde, por un lado, y 12 días tarde, por otro.

Un cuarto de siglo tarde porque fui una niña a la que jamás le paso nada. NADA. Me mataba de ilusión ser objeto de atenciones y cuidados a raíz alguna nimiedad poco grave pero molona: un brazo roto, una extirpación de amígdalas o algo similar.

Me tuve que conformar con un aparato dental, que de molón tenia lo justo -pero a mí me tenía entusiasmada-, con unas gafas para corregir media dioptría, o sea un accesorio relativamente superfluo -pero que a mí me parecían la pera- y, por último, con la extirpación de las muelas del juicio, que fue un día memorable en el departamento de cirugía maxilofacial del Ramón y Cajal. 

Eso fue todo. Que es lo que le ocurre a alguien cuando se añade a una salud de hierro, muchísimo sentido común y una suerte que he de agradecer no sé muy bien a Quién o cómo.

A mi historial medico debo una fama de Superwoman que en nada me beneficia, porque cualquier quejido que emito se interpreta como eso: un quejido-quejica. Y en lugar de atenciones y cuidados mis interlocutores habituales reaccionan con escepticismo y todo sea dicho, falta de empatía.

-Superwoman, cómo que te duele un tobillo? Anda, anda no seas llorica... a ti te va a pasar algo... 
o
-Superwoman, cómo que te acompañe al medico? Pero dónde se ha visto? Pero si tu puedes ir fenomenal solita.... Superwoman, por favor que abuso...

Desde que vivo en Londres, sin embargo llevo ya dos cabestrillos, una escayola y tres días internada en el hospital, así que sospecho que, o bien mi salud, o bien mi sentido común, o bien mi suerte, empiezan a remitir un poco.

Reflexionando, yo creo que es mi sentido común. Que hay que ser necio, por ejemplo en el caso que nos ocupa, para irte de vacaciones a despeñarte por pistas heladas cuando tu presupuesto te puede llevar a visitar las paradisiacas y cálidas costas del Índico.

Así que los 12 días posteriores a mi fractura -sin escayolar, sin diagnosticar y sin medicar adecuadamente- mientras esquiaba manca y con un solo bastón, conducía, iba a trabajar, cuidaba de mis hijos, y en definitiva, hacia mi vida con normalidad pero con más esfuerzo y más dolor, nadie se ha dado cuenta de que si seguía haciendo lo que correspondía, no era porque estuviera bien, si no porque no quedaba otra.

Menos mal que, aunque sea con retraso, la ciencia me ha dado la razón, y a lo mejor ahora, empiezo a recuperar algo de credibilidad. No?

No hay comentarios:

Publicar un comentario