jueves, 25 de septiembre de 2014

Mia o que hago



Os comparto el blog de mi amigo Ito, que merece la pena, que esta empezando, pero que promete mucho...

El que no quiera saber de la incondicionalidad del amor paterno, que no lo lea; el que no quiera recordar donde deben estar nuestras prioridades, y (por tanto) aquello que de verdad nos hace felices, que no lo lea; el que no quiera descubrir palabra, tras palabra, la ternura, el amor y el miedo que experimentamos en esta vida, que no lo lea y; el que no quiera saber lo que es un reto de verdad, y por lo que merece la pena luchar, que no lo lea.

Mia o que hago

Mia o que hago/de repente, tu

martes, 16 de septiembre de 2014

El Típico Andaluz

Caminando por el paseo marítimo de un pueblito de la costa malagueña, se llega a un lugar emblemático: El Típico Andaluz.

Un bar con una terraza siempre abarrotada y colocada en una calle peatonal. Está encalada de blanco y luce coqueta en sus paredes, macetas pintadas de azul con geranios rojos. Una delicia.

Sirve los mejores jamones que he probado en mi vida. En un pispas (esto es un decir, van al ritmo de Andalucía) Javier, el propietario, te saca una degustación de jamones y, emplatando una de Guijuelo, una de ibérico dulce y la ultima de Jabugo, deleita tu paladar con unos matices que no te hubieras imaginado.

Javier saluda a E con un abrazo. Creo que es el único restaurante donde le saludan así. No se han visto tanto, ni tan a menudo, pero desde su tierna adolescencia, mi marido se ha gastado allí sus pesetucas disfrutando del jamón e impresionando distintas chicas. Incluida -por supuesto- yo misma.

Empezábamos a salir, y a la primera escapada al sur, allí me llevó. Botellita de Rioja, degustación de jamones, caña de lomo, lomo de manteca, una ensalada de tomate jugosísimo y... hasta hoy.

Este verano por primera vez ha llevado a alguien verdaderamente especial, dos personas únicas para nosotros: G & B.

Bastante emocionados fuimos de tapeo una noche, en plan expedición gastronómico-cultural:

Tenían que vivir el placer de cenar en una terraza mas tarde de las 10 de la noche, en camiseta y disfrutando del clima.

Tenían que conocer un lugar donde las patas de jamón cuelgan del techo, esperando su turno.

Tenían que contemplar el arte con que Javier va cortando el jamón y colocándolo en un plato con tal maestría que, si vuelcas el plato, no se cae el jamón.

Tenían que disfrutar del trato que se da al cliente de antaño, que se traduce en simpatía a raudales y trocitos de jamón para que vayas probando, nada mas asomar tu nariz por el mostrador.

Y tenían que coronar el plan con una caminata por el paseo marítimo, escuchando el mar, viendo alguna estrella, y saboreando un helado, de camino a casa a eso de las 11.

Ains las vacaciones!

jueves, 11 de septiembre de 2014

Que quieres ser de mayor?

Pregunta clásica entre las clásicas. Siempre hecha con escepticismo, pues desde la arrogancia que dá la experiencia, pretendemos saber mejor que el interrogado.

Mi hija nos respondió que ella quería ser MAMÁ. Su respuesta, a papá no le convenció y, a mamá le lleno el corazón de ternura. Como si pensara que su vocación nacía del reconocimiento a su cariño y dedicación. Mamá, fantasiosa ella, quiso atisbar hasta agradecimiento en sus palabras y la certeza de que su función, lejos de pasar desapercibida, era valorada y ensalzada como la mayor aspiración de la niña.

Menos mal que a mi lado tengo a alguien pragmático:

-Vamos a ver B, fenomenal ser mamá, pero tienes que pensar más cosas.

Y yo, un poco chafada y, si te descuidas a la defensiva porque a mi marido la elección no le pareciera la bomba, repliqué: -Porqué?

Y la respuesta llegó más tarde, visto que ese era el momento de prestar atención a las aspiraciones de mi hija.

Sigue queriendo ser veterinaria. Los adultos siempre nos empeñamos en saber más. O eso, o estamos a la expectativa de una respuesta desmesurada a nuestros ojos (y perfectamente razonable a los del infante). Así que, por supuesto, continuamos con el interrogatorio.

En relación con su maternidad, que cuántos hijos iba a tener. Esa pregunta no se hace con interés real, si no solo para sonreírte con condescendencia, si el número es mayor a cuatro o cinco, y ya desternillarte si es el mes que ha tocado pagar los colegios. Y B nos dejó con las ganas, porque ni se dignó a responder. Lista que es ella.

En relación con su profesión, y después de pensárselo un poco, nos dijo que ni le gustaban los cerditos, ni se veía curando un león o un cocodrilo, y que mejor se dedicaría a los perros, los gatos, las tortugas y otros animales de compañía.

Muy centrada ella. Se nos ha debido hacer ya mayor para este juego. :(

Pero volviendo a la explicación de porqué B debía explorar otras inquietudes, la respuesta del papá fue rotunda:

-Yo quiero que crezca y que no se limite.

La repetiré como un mantra cada vez que me tenga que ir a la oficina dejando un niño enfermo en casa o, en ocasiones similares donde, lo que me pide el cuerpo es quedarme cuidando el nido!
Y como ultimamente, me dá por las dedicatorias, este post se lo dedico a mi cuñada M, una madraza donde las haya, que en breve se reincorpora a su vida laboral, dejando en casa a su princesa y al sonrisas de mi ahijado. Forza!

miércoles, 10 de septiembre de 2014

8 apellidos vascos

La vimos. Nos reímos y echamos la cuenta de lo vasco que era E.

Reconozco que mi marido despista, sus seis (o así, que nos llevo un rato el recuento) apellidos vascos se acumulan tras el primero franco-alemán y el segundo italiano.

Y resulta que es vasco. Del mismo San Sebastián, oiga. Y si hay algo de herencia ítalo-francesa, deben ser genes recesivos, porque nadie lo diría. Yo en su momento me hice ilusiones. Incluso, durante algún día pronuncie sus apellidos de acuerdo con su lengua de origen. Que para eso una sabe idiomas. Pero no.

Ya me lo vino a explicar, y rapidito. Que no, que a pesar de tener un nombre muy europeo y un aspecto bastante nórdico, él era vasco. Y era verdad.

Y sí, al ver la peli, lo que tras una década de matrimonio había aceptado -con un poco de resignación inicial-, pues: lo he entendido!  

Ahora podría continuar la entrada parodiando a los vascos en general y a mi querido esposo en particular. Pero he pensado que no. Por dos motivos: el primero, que la peli ya lo hace estupendamente, y el segundo, que a E salir en mi blog no le gusta nada, así que me voy a ahorrar la sátira, y de paso la crisis matrimonial!

Eso sí, no puedo terminar sin mandar besos especiales:

Uno a mi cuñada G, de Bilbao -léase con acento-, que tiene siete apellidos vascos, y que tras echar la cuenta en una cena bien regada con vino, mi marido la consolaba, diciéndole, que no se preocupara, que no se le notaba NADA que le faltaba el octavo.

Otro a mí cuñada P,  “outsider” como  yo.

Y el último y súper especial a mi padre, un chico del sur –del mismo Vitoria-, que consiguió colar un apellido vasco dentro de mis ocho. Tabla de salvación hasta que P llego al clan, y formamos una minoría cualificada!

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Hello autumn!


 Es lo mágico de viajar, que te levantas en verano y te acuestas en invierno.

Ya no me cuesta. Tras diez años lejos del Mediterráneo, tengo muy asumido que, por estas tierras, el otoño empieza en agosto.



Reconozco que en su día fue un shock. Ver caer las hojas de los árboles, ya en un tono marroncillo, en el mes que toda España cierra por vacaciones, me dejó, cuanto menos, aturdida. Incrédula.

Son temas que no es que hayas pensado, si no que das por hecho. Conexiones que forman parte de tu activo de sabiduría y experiencia acumulada a base de años deambulando por este planeta. Por un trocito, claro.

Es como si un día el limón fuera dulce. O como si al romper un huevo, la yema saliera azul y la clara verde. Así te sientes. Necesitas sacudirte y desprenderte de antiguas certezas para reemplazarlas por unas distintas.

Desde hace ya unos años, agosto también es lluvia, viento, hojas por el suelo, chaquetas, ropa inadecuada para temperaturas más bajas, frío, paraguas e incluso, incluso, si te descuidas, calefacción!

Así que aquí estoy, de vuelta, bronceada entre caras pálidas, capuchas y zapatos cerrados, luciendo blusa roja, entre negros, grises y marrones, que parece que se me va a volver alquien en el metro para decirme:

-Querida, te has equivocado de cuento!