jueves, 11 de septiembre de 2014

Que quieres ser de mayor?

Pregunta clásica entre las clásicas. Siempre hecha con escepticismo, pues desde la arrogancia que dá la experiencia, pretendemos saber mejor que el interrogado.

Mi hija nos respondió que ella quería ser MAMÁ. Su respuesta, a papá no le convenció y, a mamá le lleno el corazón de ternura. Como si pensara que su vocación nacía del reconocimiento a su cariño y dedicación. Mamá, fantasiosa ella, quiso atisbar hasta agradecimiento en sus palabras y la certeza de que su función, lejos de pasar desapercibida, era valorada y ensalzada como la mayor aspiración de la niña.

Menos mal que a mi lado tengo a alguien pragmático:

-Vamos a ver B, fenomenal ser mamá, pero tienes que pensar más cosas.

Y yo, un poco chafada y, si te descuidas a la defensiva porque a mi marido la elección no le pareciera la bomba, repliqué: -Porqué?

Y la respuesta llegó más tarde, visto que ese era el momento de prestar atención a las aspiraciones de mi hija.

Sigue queriendo ser veterinaria. Los adultos siempre nos empeñamos en saber más. O eso, o estamos a la expectativa de una respuesta desmesurada a nuestros ojos (y perfectamente razonable a los del infante). Así que, por supuesto, continuamos con el interrogatorio.

En relación con su maternidad, que cuántos hijos iba a tener. Esa pregunta no se hace con interés real, si no solo para sonreírte con condescendencia, si el número es mayor a cuatro o cinco, y ya desternillarte si es el mes que ha tocado pagar los colegios. Y B nos dejó con las ganas, porque ni se dignó a responder. Lista que es ella.

En relación con su profesión, y después de pensárselo un poco, nos dijo que ni le gustaban los cerditos, ni se veía curando un león o un cocodrilo, y que mejor se dedicaría a los perros, los gatos, las tortugas y otros animales de compañía.

Muy centrada ella. Se nos ha debido hacer ya mayor para este juego. :(

Pero volviendo a la explicación de porqué B debía explorar otras inquietudes, la respuesta del papá fue rotunda:

-Yo quiero que crezca y que no se limite.

La repetiré como un mantra cada vez que me tenga que ir a la oficina dejando un niño enfermo en casa o, en ocasiones similares donde, lo que me pide el cuerpo es quedarme cuidando el nido!
Y como ultimamente, me dá por las dedicatorias, este post se lo dedico a mi cuñada M, una madraza donde las haya, que en breve se reincorpora a su vida laboral, dejando en casa a su princesa y al sonrisas de mi ahijado. Forza!

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