jueves, 8 de mayo de 2014

Frozen


Por poco Spanglish que haya últimamente en casa, algo habrá que contar, no?

Supongo que tras las emociones fuertes en la montaña, volver a la cotidianidad de mis días resulta agradable y, al tiempo, poco estimulante a la hora de encontrar cosas que contaros.

No se me ocurre mucho. Podría explicaros que hace unas semanas que Frozen ha arrasado en nuestras vidas: si no estamos viéndola, los niños repiten diálogos enteros de la película. Constantemente escuchamos las canciones que B se va aprendiendo de memoria y que está convirtiendo en la banda sonora de nuestras vidas...

Por ahí vamos toda la familia tarareando "Let it go" y, en ocasiones de mayor arrebato artístico, se nos escapa un sentido:

-The cold never bother me anywayyyy!!!

Pero no todo no van a ser desventajas: Mi hija se deja peinar pacientemente si le prometo una trenza como la de Elsa, que intenta colocarse a un lado sin mucho éxito.

Reconozco que intento sacarle provecho a la influencia de la película, para conseguir además que, con el objetivo de tener una linda sonrisa como la que lucen las de Arandell, se cepille concienzudamente. O se deje lavar la cara, para quitarse los rastros del desayuno, visto que las princesas nunca llevan churretones de Nesquick. Y así todo lo que se me va ocurriendo.

Por supuesto no siempre cuela y en ocasiones me rebate. Entonces no me queda otra que buscar nuevas fuentes de manipulación inspiración.

Pero ahí no acaba el partido que le estoy sacando a la peli. Gracias a Frozen, la Rubia ya no nos invade la cama después de su pipi nocturno.

Hará unos días que, tras dejar una de sus obras de arte "injustamente menospreciadas por sus coetáneos" (esta vez se trataba de un bajorrelieve tallado con espero y concentración en un mueble antiguo de casa de su abuela) fue castigada sin Frozen. Para recuperarla, precisaba mostrar un comportamiento ejemplar durante seis días y seis noches. Exactamente el numero de letras que compone el nombre de la película.

Con tal de conseguir efes y erres y oes y zetas y es y enes, ha sido capaz de, entre otras cosas, dormir del tirón en su camita sin venir a colonizar un poquito del lecho conyugal.

Aunque ha sido un progreso monumental y aunque descansemos mucho mejor, en el fondo, en el fondo, he de deciros que la echo de menos. Porque entre patadas y codazos de vez en cuando se te acurrucaba al lado, o se le escapaba un abrazo, o una carcajada en sueños. Pero hay que dejarlos crecer y si realmente la niña prefiere una "zeta" que compañía, esta más que lista para cortar ese trocito de cordón umbilical.

Además, a cambio, a eso de las siete vienen ambos a despertarme armados de buen rollo y sonrisas. Y levantarse así, después de haber dormido sin interrupciones es lo mejor!

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