Agua en cada rincón: lagos, rías, mar, arroyos, saltos de agua, ciénagas, cascadas, y restos de nieve en lo alto de las montanas.
Aire puro y brisa fresca.
Faldas al viento, gaitas, tweed y boinas de cuadros.
Vitrinas cuajadas de botellas de whisky, destilerías salpicando el paisaje e invitándote a conocer un poco de su magia.
Castillos en ruinas coronando rincones increíbles.
Banderas ondeando orgullosas y reclamando una identidad.
Montanas, colinas, rocas, acantilados.
Verticalidad confrontada con aguas calmas, planas, quietas.
Horizontes complejos, superpuestos.
Helechos, musgos, hortensias, campanillas, nenúfares y por supuesto, cardos.
Rudos puentes de piedra.
Galletas de mantequilla con tu té de media tarde.
Y para nosotros, sol, sol y sol, que daba intensidad a los colores y hacia brillar a Escocia como una esmeralda.
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