jueves, 27 de noviembre de 2014

Sentido y sensibilidad I

La verdad es que es una maquina. Razona y explica las cosas de miedo.
Es metódico y reflexivo, suele dar a las cosas un punto de vista en el que la lógica, no falla. Le encanta todo lo que viene a funcionar siguiendo unas reglas. En clase, las matemáticas; en casa, el ajedrez. A nosotros a veces nos sorprende con sus razonamientos y otras, con su ingenio.

Es 100 % sincero, y es el primero dejándonos en evidencia si tiramos de respuestas de padres -de escurrir el bulto-, y que no le cuadran con otros datos que almacena.  No se le escapa una porque encima tiene una memoria de elefante. Así que hay que tener ojo con lo que se le dice, porque te lo va a recordar seguro.

Y hasta aquí -a grandes rasgos- va su "yo" correspondiente al sentido. Podría desarrollarlo más, porque esto es un filón, pero ya os he venido dando ejemplos a lo largo y a lo ancho de este blog.

Sensibilidad. Tenemos muchos ejemplos y los atesoramos. Tiene una capacidad de empatía que ha dejado a alguna abuela con el corazón derretido, entre otras víctimas. Es capaz de ofrecer el gesto preciso, en el momento preciso. De comunicar y conectar con un momento y una situación, de manera especial. 

Mis momentos favoritos de los últimos meses son dos. El primero, hace un tiempo que nos contaba que quería ser de mayor. Fiel a la lógica de la pregunta, no nos respondió exclusivamente a que se dedicaría profesionalmente, si no exactamente qué quería ser. Y así empezó una larguísima lista que contenía entre otras facetas, la de inventor, la de guitarrista y otras seis o siete más que no recuerdo bien. No es que no le prestara atención, es que cuando iba desgranando su enumeración nos vino a decir:

- Yo de mayor quiero ayudar a los demás.

Imaginadme. No me lo esperaba. De verdad que esas palabras arrancaron una sonrisa a mi cara y por dentro me llenaron de un calorcito especial, que venía a partes iguales compuesto de satisfacción, admiración y aprobación. Todo así mezclado, con muchísimo amor. 

Por supuesto, no cayó un rayo en el cielo, ni entré en trance, ni se apareció una paloma. -O a lo mejor lo de la paloma sí, que para eso andábamos comiendo en la plaza de un pueblo-

Sencillamente continuamos con la conversación:

- Eso me parece fenomenal. Muy bien, G. Y que vas a hacer para ayudar a los demás?
- Les voy a tocar canciones con mi guitarra eléctrica cuando estén tristes.
- Muy buena idea!
- Ay Dios! Pobre gente!- pensé. Hay que oír cantar a mi hijo...

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