jueves, 29 de enero de 2015

Termostato roto

El termostato lo tengo roto, y de verdad que espero que la bascula también! Esta mañana la desgraciada me ha dado un bofetón de realidad que, aunque esperado, igualmente ha sido doloroso.

Son los daños colaterales. Del embarazo, digo. Con todo y con eso, iba yo por la calle, subiendo la cuesta hacia el cole, cargando mochilas, y tirando de la Rubia. Así una milla: en ascendente pronunciado y con cierta prisa, como viene siendo habitual. Pero sintiéndome Heidi: feliz, ligera, y disfrutando del camino, -porque aunque me empeñe en ser súper-mega-optimista, PASEO no es- y todo porque:

Hoy… hoy… hoy:  No tengo nauseas!

Y el mundo parece más bonito! Y, aunque haciendo esfuerzos y agazapado entre las nubes, el SOL brilla; y yo me como el mundo –literal, (hay que ver!)-, porque la vida es bella, cuando tu estomago decide dejarte tranquila.

Nadie que no lo haya vivido sabe lo que es. Y yo, francamente, hoy no os lo voy a explicar, que el daño está muy reciente y no quiero acordarme.

Prefiero centrarme en el aire fresco contra mi cara, y la sensación de que, a pesar de los pesares, -y nunca mejor dicho: que la aguja de la bascula se me ha ido de varas-, y que ando acalorada en pleno mes de enero (con previsión de nieve), HOY es un día que merece vivirlo.

No sobrevivirlo, digo.

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